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La sociedad actual se caracteriza por desarrollarse en un mundo sin fronteras, un mundo en el que las barreras geográficas y políticas se han desvanecido para crearse un conglomerado de interculturalismo que se traslada de unos países a otros. Esta mezcla de culturas, razas, religiones o idiomas, entre otros rasgos característicos de cada población, se refleja en todos los sectores de la sociedad, incluida la educación.
 La escuela de hoy en día ha de hacer frente a unas necesidades cada vez más complejas, al tratar de introducir en un mismo contexto valores de muy diversa procedencia. La labor docente se complica sobre todo en épocas de crisis donde los recursos se reducen y las diferencias se recalcan y la convivencia en las aulas se dificulta ante la imposibilidad de hacer frente a los problemas de los alumnos de forma individualizada. Las relaciones intergrupales y personales son fundamentales en el proceso de enseñanza – aprendizaje, lo que supone un respeto y comprensión hacia aquellos que poseen características diferentes a las propias. De esta manera, la educación en valores gana importancia frente a los contenidos de un currículo cada vez más complejo y abstracto.
Cada centro de estudios ha de ser consciente de los conflictos que en él existen para hacerles frente y fomentar  unas relaciones sanas entre iguales, una organización grupal adecuada y una metodología basada en la participación democrática de todos los elementos de la comunidad educativa. Hay que señalar que el conflicto es algo inherente al ser humano y que no debe ser considerado siempre como algo negativo, sino como una característica fundamental de la riqueza y diversidad de la que está compuesta la sociedad actual. Por todo esto, es fundamental solucionar los conflictos de forma pacífica y mantener una convivencia igualitaria y democrática. 

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